CAPITULO VI "La niña misteriosa: parte I"

domingo, 4 de abril de 2010

 


.-Rubí-.

Seguí a aquella chica hasta la iglesia a la que siempre iba, aunque no pudiera hablar ni una palabra de aquel idioma extraño para ella, acudía siempre y cantaba para su Dios, con palabras de un idioma olvidado... incluso para mi.

Parecía muy joven, sus ropas sucias y andrajosas revelaban que vivía en la calle, las monjas le daban comida cuando ella llegaba. A veces les ayudaba a limpiar, pero solo aparecía en los días sin sol... me pregunté ¿Porqué? Parecía esfumarse en los días soleados.

Nadie sabía quien era, ni de donde había venido; era un completo misterio, en su mente nunca podía encontrar una respuesta, pues siempre parecía cerrarla con llave, quizá sabía que la espiaba.

A decir verdad, nunca le había prestado atención, era una mujer humana, por lo tanto no me servía de nada, pero esa actitud misteriosa... seguro ocultaba algo... cuando comenzaba a interesarme...desapareció. Se fué... nadie sabe adonde. Los años pasaron y después que el medievo terminara, decidí ir a Paris, en busca de nuevas victimas con una sed de pecado que yo me encargaría de saciar.

Vestida en un hermoso vestido azul, la ví entre la gente de aquella fiesta, sonreía y charlaba en un francés perfecto. Habían pasado casi cincuenta años, ni una arruga marcaba su rostro juvenil, su hermosa cabellera negra caía en ondas tras su espalda. ¿Su nieta? Traté de leer su mente...

...nada...

Esa noche traté de seducir a un cazador de demonios, me pareció interesante saber si caería en mis manos, pero al contrario de lo que pensaba, me dejó muy mal herida. Huí hasta un bosque en las afueras de la ciudad. Sin fuerzas caí entre las hojas secas de aquel moribundo otoño.

La noche comenzó a agonizar, pronto saldría el sol, la luz... la maldita luz que dañaba mis ojos. Entonces escuché a alguien acercarse entre los árboles, seguramente era el cazador, estaba claro... éste era mi fin, pero entonces escuché aquella voz que había escuchado años atrás en aquella iglesia, era ella, la niña misteriosa.

Se detuvo a pocos metros de mi, sin dejar de cantar se apoyó en un árbol y miró las luces del amanecer que comenzaban a ser más visibles, pero aun no traspasaban el bosque.

-Tú... –murmuré sintiendo el dolor en mi pecho sangrante-

Ella sonrió y me miró, al tiempo que terminaba su canción...

-Pareces estar en un aprieto... –susurró-

¡Maldita niña! Seguramente no tenía idea que estaba hablando con un demonio de la élite.

-No sabes nada. –reclamé mientras cubría mi herida inutilmente, tratando de ocultar mi sangre-

-Si quieres puedo ayudarte. –sonrió despreocupada-

-¿Tú? –la miré seriamente- ¿Por qué? –sonreí- No sabes quien soy...

-Oh... pero por supuesto que lo sé... Rubí.

Clavé mis ojos en ella... ¿Cómo...? ¿Quién demonios era esa niña?

-Se mucho sobre ti...

Los rayos del sol comenzaron a alumbrar el bosque...

-Porque yo... –continuó-

Finalmente el sol la iluminó y al contacto... unas lustrosas alas negras rompieron su vestido, las alas más hermosas que he visto... así que era un...

Sonreí... aquel recuerdo seguía presente en mi memoria después de tantos años, es la única que me ha ayudado en toda mi existencia, nadie más... ni siquiera Kaname. Al ver el sol la recuerdo, jamás la volví a ver de nuevo, no sé que habrá sido de ella...

-¿Estamos nostálgicos? –preguntó Kaname a mis espaldas-

Cerré mis pensamientos lo más que pude, él no tenía derecho a escrudiñar mi alma, él solo era una de mis posesiones. Rapidamente cambie mis recuerdos por una imagen totalmente diferente: Kaname entre mis brazos, totalemente desnudo.

-¿Cumplirás mis deseos? –pregunté mientras me acercaba a él-

Me miró seriamente y me abrazó con fuerza, comenzó a besarme con pasión, sus manos revoloteaban sobre mi piel... sí... ¿Era posible que al fín sería mio? Lentamente comencé a despojarlo de su pesada chaqueta de cuero, sentí su piel bajo su camisa negra, entre suspiros besó mi cuello, en respuesta lo apreté contra mi cuerpo.

-Nadeshico... -susurró-

Me separé violentamente de él y lo miré con furia.

-¿Qué has dicho? –pregunté ofendida y dolida-

Traté de encontrar la imagen de ese nombre en su mente, entonces la ví... en un traje de muñeca de porcelana, su piel totalmente cubierta por sus prendas, su rostro escondido bajo una delicada sombrilla negra... no pude verla bien... Kaname se dio la vuelta.

-¿Quién es ella? –pregunté furiosa-

-Es algo que no te interesa.

-¡Kaname!

Él desapareció entre las sombras, llena de ira lancé por los aires la única mesa que había en mi habitación. La candela que iluminaba la sala cayó al suelo, junto al periódico que había encontrado aquel día. La llama iluminó una línea...

“...Naoko Kuro, y Nadeshico Aoi...”

-Nadeshico...

Extendí mis alas negras y salí quebrando la ventana de la habitación.

-Kaname es mio... ¡Sólo mío!


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